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domingo, 20 de febrero de 2011

Noches

de Johnny Garcho, el Lunes, 22 de noviembre de 2010 a las 12:00

la noche del demonio y su suerte echada a un carro de diez Cesares, en medio de un bosque cercano yo escucho que llamas mi nombre, escucho mi nombre, como un coro de ausentes voces de chicos llamándome, apresándome de los dientes cerca de los pies lejano de mi mente, me veo maniatado, alcohol y una cereza, estamos en un bosque umbrío, cenizas radiactivas de genes impolutos escriben en el cielo nombres en arameo y me describen en la piel como tatuajes de un pasado inesperado. la noche, del demonio, es esta y no hay que buscarla mas que entre las zarzas ardientes que queman la mirada brillante de un topacio en cada ojo, lejano reflejo de la mirada, un espacio oculto, un lugar cerrado, paredes de mármol blanco y negro y una escalera mecánica que me conduce a otras habitaciones en trance, yo dormido, pero despierto como un maniquí en plena forma, cirrótico ojo que me mira y me dicta letras y hormigas , se baja así al Hades? si, si si, Carlos así se baja, entre el puente de Zarate y un terreno que conduce al río, con luces taciturnas, cansadas, y una voz que dice no, nunca, así bajamos al Hades suburbano, y yo Virgilio, en este dialecto de perdición, en esta carrera para atrás de tortugas comidas por demonios de lechugas, pasto, y ermitas, y ermitaños, y todo se confunde con una salida a las tres AM, en cualquier parte de Belgrano, o una bata azul, pequeña para mi, de otro que me usurpo. En la noche del demonio la luna muerde con fuerza en la nuca y clava sus dientes como cerradas maquinas de amor, de tierra blanca, de espacio con nieve , con dolor, chorreada de sangre menstrual, en una mañana, donde goteo la vida. Estaba ahí cuando sucedió. Estaba, era, yo era, yo fui, yo estaba, pero paso, y una ventana de colores ocres me daba la bienvenida, una puerta anciana se abría apenas, para que el usurpador entrara, a tomar su lugar, el lugar que el usurpadador tenia como usurcupado -usurpado y ocupado- , y esos pechos, y esos bailes, y esa agua chorrente, manantial enfermo, cirrótico como la belleza de un cáncer en una tomografía, en colores, contraste fuerte, la muerte propaganda de una linterna vacía. En la noche vacía, la noche demoníaca se ve caer la máscara como si la derritiera una vela, se ve caer todo. Un lobo aúlla en Palermo, un elefante arrasa corrientes comandado por un sultán triste, acongojado, que mira y blasfema, y que odia y desdeña, que esta mas allá de todo. Va comerse la presa sagrada, una persona, una niña, un niño, un anciano. Lo veremos comerlo con la pasividad que corresponda, veremos masticar cada pedazo del cadáver mutilado entre risas ebrias y muertes próximas. Veremos comerle el hígado, verlo a Caronte, y su ríos , la Estigia, y decir basta, hasta que al fin diga basta de tanto comer , y el diga esto es el final.

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